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sábado, 29 de marzo de 2008

Jehoshua Ben Levi

Después de Moisés ningún mortal fue considerado digno del Paraíso, con excepción de Rabbi Jehoshua ben Levi, maestro de una piedad excepcional que entró en él por medio de la siguiente artimaña. Cuando era muy viejo, Dios ordenó al Angel de la Muerte que le concediera un último deseo. Jehoshua pidió entonces que se le permitiera ver el lugar que le estaba destinado en el Paraíso, pero antes de ponerse en camino juntos exigió que el ángel le entregara la espada, “para que, por alguna desgracia, no me mates de susto.” El angel le entregó la espada y, cuando llegaron al Paraíso, puso a Jehoshua a horcajadas sobre la pared limítrofe y le dijo: “¡Mira abajo! Aquél es el lugar que te está destinado.”

Entonces Jehoshua saltó de la pared y, aunque el ángel le asió del manto y trató de levantarlo, prometió que se quedaría allí. Cuando los ángeles ayudantes de Dios se quejaron ante El: “Este hombre ha tomado el Paraíso por asalto”, El respondió: “Id a averiguar si Jehoshua ha violado alguna vez una promesa mientras estaba en el mundo; si no, dejadle que también sea leal con éste.” Los ángeles fueron, averiguaron e informaron: “Ha mantenido todas sus promesas.” “Entonces, puede quedarse”, sentenció Dios.

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